“La vida es un reto que nos permite ver cuanto podemos lograr”

Daisaku Ikeda

(En los alrededores de Yungay. El poblado sepultado por un alud en 1970. De fondo el majestuoso nevado Huascarán. )

Nuestro primer destino fue HUARAZ (3 000 m.s.n.m.) . Este viaje que en un principio creíamos iba hacer sóla una experiencia agradable, con bellos paisajes, en un fin de semana; sin embargo, pasó a convertirse en la más grande aventura de un grupo de estudiantes de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Según diversos autores el origen remoto del nombre HUARAZ provine del vocablo que se deriva de la voz quechua "Waraq", significa amanecer. Otros dicen que el nombre "Huaraz" viene del planeta Venus, en quechua Huarac Coyllur, o estrella de la mañana. Huaraz tiene el privilegio de albergar una variada belleza escénica, paisajes naturales en los que destaca la Cordillera Blanca, sitios arqueológicos, fauna y flora propia de la zona geografía, con un clima equilibrado dando así lugar a que en esta región se experimente una primavera perpetua.

El lugar donde viviríamos estos días era el pueblo de Carhuaz, ubicada a sólo 30 minutos de Huaraz, que se caracteriza por la abundancia de flores de retama amarillas, lo que le dio el nombre porque la palabra quechua "carhuash" realmente significa amarillo. Esta ciudad todavía mantiene el estilo Colonial y sus viejas casas.

Nos habían comentado de los pueblos y comunidades, (destacamos los pueblos de Carhuaz, Yungay y Caraz, etc.), ricos en folklore y de gente amable, esto lo comprobamos en el Hospedaje el HUERTO con la grata compañía de la familia de Mavi Huertas donde pudimos degustar de ricos potajes, como el picantes de conejo al estilo huarasino. En esta cena surgió algo difícil de explicar, algo así como un ritual parecido al que cito: “Al caer la noche, en medio de la penumbra, algunos hombres con túnicas blancas realizan la ceremonia de iniciación en la cual colocan la imagen de un animal, la parte natural de tú ser.” Esto significo algo mágico porque comenzamos a sentirnos parte de la naturaleza.

En la época que estuvimos era característico tener mañanas y tardes soleadas, secas y cálidas, cuando agoniza el Sol, el cielo se pinta de naranja y las cumbres de los nevados parecen arder; las noches de temperaturas frías caen sin prisa en Carhuaz; entonces, se adormecen las lagunas, se visten de sombras los caminos y las montañas; con un cielo despejado presentando una mágica noche donde nos quedamos asombrados por la cantidad de estrellas fugases que presenciamos, en esta noche sentimos como la vida corre por nuestras venas, se siente el ambiente cargado de energía.